Su gesto, su ceño fruncido lo decían
todo. No es la frustración de haberse quedado sin nada en la última vuelta,
sino de haber puesto en riesgo su integridad física por un nuevo reventón de un
neumático Pirelli.
Es cierto que Ferrari se jugó por una
estrategia arriesgada, en la que cambiaron los blandos por los medios en la
vuelta quince para tratar de usarlos hasta el final, es decir: 29 vueltas. Pero
es cierto también que toda estrategia de cualquier equipo está siempre
contemplada por un ingeniero que Pirelli pone a disposición de cada escudería. Lo
que quiero decir con esto es que para estirar a 28 vueltas el último stint con
el neumático medio (el más duro que trajeron de su gama) primero consultaron a
Pirelli si esto podía ser posible y desde la marca italiana, aunque no lo
reconozcan, evidentemente dijeron que sí.
“Si
el pinchazo ocurre 200 metros antes, yo no estoy aquí. Cosas
como ésta no pueden suceder. Punto y final. No sé qué más tiene que ocurrir. Es
algo que está pasando y que nadie menciona, pero es inaceptable”, ha espetado
con rostro serio, quien agradeció la fortuna que haya sido en la recta de Kemmel
y no en una de las curvas rápidas que tiene el trazado.
“¿Qué responden? Siempre lo mismo. 'Debris, piezas
del chasis, que el piloto se salió de pista'. Tonterías. Rosberg dijo que no se salió de pista,
yo tampoco me he salido y de repente el neumático explota”.
“Nuestra
predicción era que los neumáticos durarían, pero una cosa es la predicción y
otra el resultado", ha añadido antes de asegurar que no ha habido ningún factor externo que
justifique la explosión.
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